"El cielo es azul, la tierra blanca"
de Hiromi Kawakami
Tsukiko tiene 38 años y
lleva una vida solitaria. Considera que no está dotada para el amor. Hasta que
un día encuentra en una taberna a su viejo maestro de japonés. Entre ambos se
establece un pacto tácito para compartir la soledad. Escogen la misma comida,
buscan la compañía del otro y les cuesta separarse, aunque a veces intenten
escapar el uno del otro: el maestro, en el recuerdo de la mujer que un día lo
abandonó; Tsukiko, en un antiguo compañero de clase.
Es una historia de amor. No
me refiero a uno de esos amores cursis y pretenciosos que proliferan tanto en
cierto tipo de libros, sino a algo mucho más profundo y real, la lenta y sólida
relación de dos seres solitarios, necesitados el uno del otro, capaces de
encontrar la ternura y de compartirla con el amado en medio de los más pequeños
gestos cotidianos, comer, beber, dar un paseo, sentarse junto a una ventana en
la oscuridad... Y narrado de una manera tan delicada, tan justa, que parece un
pedazo de vida real.